Lo más importante de la participación de Perú en el Mundial ha sido el apoyo incondicional de la hinchada, una hinchada que ha ido creciendo y se ha sentido más orgullosa, aunque los resultados han estado lejos de lo esperado. ¿Por qué este extraño comportamiento?
La selección peruana ha conseguido, con esta clasificación, la mejor posición que ha tenido en el ranking mundial de selecciones nacionales de la FIFA: puesto 7. Esto no se ha logrado sumando estrellas, sino por la integración y trabajo en equipo que nos ha permitido llegar mucho más lejos de lo que la lógica nos debería permitir: el valor total de la selección de Perú es de $38 millones, lo que es el 3.8% de lo que vale nuestro último rival, Francia, con $1081 millones. Es ese espíritu de cuerpo y las ganas de ganar de los guerreros, como se les ha llamado, lo que ha despertado la admiración de todos los hinchas, la misma admiración que generó la lucha y terquedad del propio Guerrero por participar en el Mundial después de ser sancionado por doping. Una admiración que, sumada a la frustración de 36 años sin clasificar, logró la mayor presencia de peruanos en un mundial en la historia del país.
Los peruanos nos sentimos identificados con esta selección y orgullosos de ella. Sabemos que no somos los mejores, pero que juntos y con esfuerzo podemos lograr muchísimo más de lo que se espera. Pero lo más importante es que estamos dispuestos a sumarnos y sacrificarnos por un sueño común. Un movimiento sin precedentes en el Perú y que ha llamado la atención de la prensa internacional.
Los jugadores, la hinchada y las ganas de ir a un mundial son básicamente los mismos desde hace 36 años. Qué duda cabe entonces que el liderazgo de Gareca es el centro de todo esto. Un liderazgo que no sobreprometió, que puso el objetivo por delante de presiones, figuras e intereses, manteniendo la calma en los buenos y en los malos momentos. Cuánto tienen nuestras autoridades y políticos que aprender del liderazgo de Gareca. Qué duda cabe que son ellos los grandes responsables de la paralización que vive el país, haciendo oídos sordos al clamor por trabajo en equipo y de poner al país por delante que los ciudadanos hacen en las encuestas.