La silueta de unos genitales en una cédula de votación debería ser la cabal representación de este Congreso. Si este Parlamento fuese un partido político -con algunas honrosas excepciones- ese debería ser su símbolo. Ese supuesto partido debería darle un lugar protagónico al autor de esa imagen, quien, con el tino de un mamut en una vidriería, cuando se votaba al reemplazante del trágicamente fallecido “Nano” Guerra García; es decir, en un evento con atmósfera de duelo, con un aura de tristeza y pesar ventilándose en los aires enrarecidos del hemiciclo, se le ocurre el despreciable acto de realizar un dibujo obsceno y vil pero que, en buena cuenta, lo representa a él y a buena parte de este Legislativo.
Cada semana surgen más representantes de esa ciénaga hedionda saturada de “Mochasueldos” y “Niños” como, por ejemplo, una tercera vicepresidenta que ametralla con sus mentiras, usa el poder para sus intereses particulares y sale de una fiesta mortal sin poder ponerse de pie por la borrachera milenaria que se ha metido a horas de las honras fúnebres de un integrante de su propia Mesa Directiva. ¿Acaso no ha hecho los méritos suficientes Roselli Amuruz para ser parte del partido de los genitales? ¿No ha pasado con su comportamiento discotequero y la farsa de sus justificaciones la alta valla que otros prominentes miembros de la institución fálica han dejado? ¿Hay más? Siempre hay más.
Como las enseñanzas en ese partido dejan legados encomiables, Abel Reyes (Perú Libre) quiere imitar a Digna Calle y aprovechando unas “vacaciones” pagadas por el gobierno del sátrapa Vladimir Putin -igual que otros 12- busca ahora legislar desde Rusia. Ha solicitado que su pedido inicial de algunos días se extienda hasta fin de mes porque el partido de los genitales es así, no hay reglas, no hay ética ni responsabilidades, y los que votaron por él pueden irse a la madre tierra de donde nacieron porque al señorito, hijo de Putin, se le antojó seguirse tomando fotos en la Plaza Roja. Nada más. Este espacio es ínfimo para incluir a todos. Por lo pronto, ojalá se pueda identificar al creativo autor del símbolo partidario para darle el homenaje que sin duda merece.