El deporte nacional navega en la informalidad y el abandono, y los escasos logros que obtenemos en eventos internacionales responden en su mayoría a esfuerzos personales de muchachos estoicos (y sus padres o familiares) que no se dan por vencidos frente al desdén del Estado.

¿Cómo es posible, por ejemplo, que dos de nuestros atletas panamericanos, Mauricio Fiol y Gladys Tejeda, medallista de plata en los 200 metros mariposa y de oro en la maratón de Toronto 2015, respectivamente, hayan llegado sin el menor control médico a las referidas competencias y finalmente -por descuidos o decisiones seguramente salvables- tengan que pasar por tamaña frustración.

Se alega muchas cosas sobre la falta de un laboratorio antidopaje en el Perú, pero lo cierto es que las autoridades deportivas y el Gobierno no piensan en grande en cuanto a infraestructura. Creen que las medallas van a caer del cielo y, entonces, el deporte no es una política de Estado.

Ojalá que el compromiso de ejecutar los Juegos Panamericanos Lima 2019 nos mimetice con la necesidad de triunfos y podamos utilizar la logística que se levante en la capital, como el polideportivo o la villa, en la formación de atletas ganadores.

El Perú, como bien sabemos, se encuentra a la zaga en el continente en cuanto a presupuesto destinado al deporte y esta justa panamericana es una extraordinaria oportunidad para entender que los triunfos llegan con trabajo de base, apoyo y seguimiento a los competidores, y preocupación estatal. No estamos para perder más medallas.  

TAGS RELACIONADOS