Terminaremos el aislamiento y seguimos a ciegas sobre el contagio masivo y las víctimas del COVID. Cansados del encierro y también de la complacencia del gobierno, inmune a la crítica y propenso al maquillaje de las cifras reales que The New York Times ha publicado de un Perú con los peores resultados en la región. Las malas decisiones vienen de un equipo ministerial cuestionado antes del cierre del Congreso y que ahora no puede enfrentar la crisis con muertos que se acumulan, contagios que crecen, ayuda económica que no llega a los pobres, logística deficiente que genera colas y aglomeraciones. Una recesión económica descomunal acecha mientras el gabinete pide a gritos un cambio por gente comprometida, capaz y representativa. Hay enorme desconfianza mientras el triunfalismo irrita por las cifras mentirosas, las pruebas rápidas imprecisas, las camas de UCI que faltan, los pacientes que mueren en las puertas de los hospitales, el número de respiradores insignificante para las urgencias, los miles de peruanos que invaden las carreteras y la policía resentida que va hacia la inacción mientras los penales hierven en defensa del derecho a la salud y a la vida. La curva no se ha aplanado y el desborde está aquí. El silencio no es una opción. No se ve el final del túnel. Sólo un gobierno de salvación nacional o un nuevo gabinete de ancha base reunirán la fuerza para remar en la misma dirección, para salvar vidas de la enfermedad y del hambre. Tan grave como esto. Los gobiernos enarbolan la unidad en momentos cruciales como guerras y catástrofes. Un gabinete de unidad nacional con profesionales capaces por encima de ideologías e intereses de grupo es un recurso de gran poder para evitar el caos, la anarquía, el desgobierno y la violencia que traerán el contagio masivo, el dolor, el hambre y la necesidad. O vamos directo al despeñadero.
Gobierno de unidad nacional
Columna: María del Pilar Tello