GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

El pueblo peruano debe aprender que el camino hacia el desarrollo no es el sendero “luminoso” de las revoluciones incendiarias. El camino hacia el desarrollo es la vía del respeto a las instituciones. Se trata, como es evidente, de una pista lenta, aburrida, que debe recorrerse cuidadosamente, despacio, meditando cada curva traicionera, desconfiando de los atajos y de las luces de neón. Ciertamente, muchos países deben sus transformaciones institucionales a la personalidad excepcional de algún predestinado para la política. Pero no es el caso del Perú actual, que atraviesa una de sus peores crisis políticas, inflamadas por un cártel mediático que no comprende que lo propio del periodismo es vigilar desde la independencia a los poderosos.

Por eso, ante la ausencia de instancias de control, es preciso recordarle al pueblo que las instituciones son la clave del desarrollo, no los populismos destructores del Estado de Derecho. El pueblo, si no es dirigido adecuadamente, se transforma en una turba peligrosa que solo se sacia con sangre. Este ha sido el gran objetivo de todos los jacobinismos revolucionarios y así el gran grito jacobino ha vuelto a ponerse de moda en nuestra tierra: “¡Que se vayan todos!”.

Basta con escudriñar la historia del terrorismo radical para comprender que detrás de ese grito de indignación existe todo un plan para reemplazar a la clase dirigente por una nueva élite revolucionaria. ¿Alguien puede permanecer impávido ante semejante amenaza?

Urge recordarle al pueblo que es preciso que se haga responsable de sus decisiones. Maleducamos a la población si la animamos a incendiar el país basándonos en las encuestas. El Perú no se gobierna por encuestas. Solo se puede gobernar desde la Constitución.