Como al presidente Vizcarra le echan la culpa de todo, los piuranos creen que por sus buenos oficios han elegido al gobernador regional como presidente de la Asamblea Nacional de Gobernadores Regionales. Y muchos están felices porque, ingenuamente, sospechan que eso nos librará de él. Es decir, que como tendrá que ocupar esa representación, más permanecerá en Lima y dejará que los asuntos regionales los resuelvan otros. El vice gobernador, el consejo regional, en fin, cualquiera, menos el gerente general del Gore –que antes fue funcionario de César Acuña- que no puede concentrarse porque pende sobre su cabeza un juicio por acoso sexual por parte de una abogada que trabajó con él. Lo cierto es que más razones no se encuentran porque si algo caracteriza a esta gestión es su ineficiencia. El Gore Piura ha perdido un bono del presupuesto por no haber logrado las metas mínimas de inversión. Dispone de un equipo de trabajo muy inestable e inseguro: ha cambiado a la mayoría de gerencias y jefaturas entre cuatro y dos veces en lo que va de su mandato. Cómo entender que haya sido elegido si por méritos no es, excepto la ignorancia de sus electores, que desconocen lo que los piuranos saben. O el deseo de encontrar algún bobalicón que se sople la vanidad de ostentar un cargo que carece de mayor trascendencia y que pueda serle útil a alguien que carece de estructura partidaria, de bancada y que se sostiene sobre decisiones populistas. El gobernador es hombre de Acuña –para su campaña presidencial- y éste algo de tranquilidad puede darle al gobierno en su última etapa. A Vizcarra hay que agradecerle eternamente por haber disuelto el congreso y permitir las condiciones para que los operadores de la justicia persigan la corrupción política. Pero aplaudir este nombramiento, para los piuranos, es una payasada del tamaño de la banda de reina de belleza que le colocaron en el pecho.