El inmortal Miguel Grau, héroe del Combate de Angamos, que hoy recordamos en su 138° aniversario, está en lo más profundo de la memoria de los peruanos. Ostenta los títulos de “Caballero de los Mares”, “El Peruano del Milenio” y “Precursor Calificado del Derecho Internacional Humanitario”. Y nuestra Marina de Guerra, que cumple 196° años de creación, lo celebra por todo lo alto. Unido a Grau está el glorioso monitor “Huáscar”, también de trascendencia para el imaginario colectivo nacional por el honor prodigado por su heroica tripulación durante la guerra de 1879. Si nuestra clase política de aquella época hubiera tenido perspectiva -nadie le hizo caso a nuestro diplomático José Antonio de Lavalle, que luego de su último viaje a Santiago para mediar en el pleito chileno-boliviano volvió raudo a Lima y alertó al Gobierno y al Congreso sobre la inminencia de una guerra que Chile ya había decidido contra el Perú-, se hubieran tomado las providencias del caso para maximizar nuestra defensa. Al final, el “Huáscar” fue convertido en trofeo de guerra chileno y yace anclado en Talcahuano (Concepción), y por esa circunstancia nunca jamás debemos pedirlo o formular reclamo, pues sería un insulto a la memoria de quienes perdieron la vida en el buque con el célebre hijo de Piura a la cabeza. Si algún día el “Huáscar” regresa al Perú, será porque Chile decida devolverlo, algo que por cierto no sucederá, pues es parte estructural de su memoria colectiva de la victoria; sin embargo, en el remotísimo caso de que ello suceda, y lo viéramos surcar nuevamente aguas peruanas, entonces lo será para quedarse para siempre entre nosotros y en ese instante deberá ser hundido por respeto a los caídos. Instituciones como la Asociación Nacional Pro Marina del Perú (1909) o el Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú (1973), a las que me honro en pertenecer, que relievan indesmayablemente la enorme figura del Gran Almirante, son baluartes cívico-militares de nuestra calidad y conciencia marítimas hasta las 200 millas.