Nicolás Maduro, el dictador de Caracas, sabe que si deja el poder termina preso o muerto, por eso usa ese viejo libreto de construir una Constituyente con sus cómplices, para remendar la Constitución a su manera y eternizarse en el poder.

Pero la oposición y los jóvenes le han perdido el miedo, y salen a las calles a protestar; los muertos, heridos y apresados son sucesos de todos los días; además, ya hay grupos de militares que están dispuestos a levantarse en armas contra la dictadura.

Venezuela es un país rico, tiene la reserva de petróleo más grande del mundo, pero quienes han estado en el poder en los últimos 20 años, como son Hugo Chávez y Nicolás Maduro, han hecho todo lo posible por enriquecerse y quebrar al país.

Hoy en día, con el precio del petróleo en baja, solo les queda administrar pobreza.

Estados Unidos y buena cantidad de países latinoamericanos ya han bloqueado a la Venezuela de Maduro; claro, le quedan sus aliados naturales: como Cuba, Bolivia, Nicaragua, Rusia, China e Iraq.

Maduro ya no duerme tranquilo, está pensando a qué hora será derrocado y si le alcanzará el tiempo para asilarse; así siempre terminan los dictadores: presos, asilados o muertos.

Acá en el Perú, nuestra izquierda no es capaz de llamar dictadura al régimen venezolano, pero la cereza del pastel la puso Dammert, quien llamó epopeya a la Constituyente bamba de Maduro.

Lamentablemente, se viene una guerra civil de consecuencias dramáticas.