Uno.A estas alturas es evidente que Julio Guzmán encarna la continuidad del humalismo. Su entorno es caviar, sus defensores son los periodistas caviares del juramento promovido por Vargas Llosa y varios de sus operadores han trabajado para el gobierno de Nadine Heredia. A GUZMALA lo apoya el mismo sector ideológico que planificó e implementó estos cinco años de frivolidad y estancamiento. Además, al igual que la presidenta Godiva, GUZMALA encarna en grado sumo el proyecto progresista de un sector ínfimo pero bien organizado del espectro político. La candidatura de GUZMALA equivale a poner a un exfuncionario del humalismo en el Palacio de Gobierno, uno que hasta hace unos meses respondía al chasquido de los dedos de otro mayordomo nadinista: Jiménez Mayor.

Dos. El grado de podredumbre de Lava Jato terminará por hundir varias carreras políticas en este país, mermando, de paso, la influencia brasileña que se inició con Lula y continuó con Dilma. Es positivo para el país que ninguna potencia extranjera intervenga en las decisiones peruanas y hemos de tener en cuenta que la hegemonía brasileña siempre ha colisionado con nuestros intereses. Esta conexión brasileña desnuda el falso nacionalismo de los Humala porque un partido que acepta las propinas de un gobierno extranjero y se somete al padrinazgo ideológico de los corruptos del PT es un movimiento entreguista condenado a la subordinación continental.

Tres.Todo lo que los Humala tocan acaba debilitándose. Lo mismo sucederá con Guzmán. El excelente programa “Sierra Exportadora”, por ejemplo, acaba de ver reducido su presupuesto, pese a sus sobresalientes resultados. Pero los Humala son incapaces de aplaudir lo que ellos no crearon. En vez de afianzar lo que de verdad funciona, en lugar de brindar recursos a lo que es sostenible, prefieren premiar a Qali Warma, un engendro trivellesco de subsidio clientelista y vanidosa incapacidad.