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Hace unos días declaré en Canal N que mi distrito debe preservar su exclusividad e incluso mencioné que debemos construir un muro que permita excluir una serie de cosas. El muro que propongo es etéreo, no físico, y busca impedir que las personas que no respetan nada destruyan nuestra ciudad. Me he comprometido a excluir a los que roban, a los que tiran basura a la calle, a quienes no tienen buenas maneras, a los que contaminan, a los que levantan edificios espantosos. Nuestra ciudad ha ido perdiendo calidad arquitectónica y San Isidro está en riesgo. En nuestra ciudad le damos la espalda a la preservación del patrimonio. La avenida Arequipa, que en su momento fue una avenida monumental que representó una etapa dorada para Lima, perdió su importante Arco Morisco, obsequiado por la Corona Española. La Casa Marsano dio paso a lo que hoy es un centro comercial informático que no es más que una caja. El Edificio Limatambo también fue una pérdida sentida. Otra triste tendencia es la de tapar las fachadas más bonitas con muros. Está demostrado que mientras más lejos están las ventanas de la calle, la inseguridad es mayor. Se pierde la belleza y el sentido de comunidad. Necesitamos volver a concebir las ciudades como espacios de todos y para todos, donde la calle permita a los ciudadanos ser ellos mismos. Querer una ciudad más bella y con buen gusto no debería ser algo del otro mundo. Nada de discriminación, solo respeto: ley y orden. El punto de partida es el respeto a los demás y a las leyes.