Derechas, como izquierdas, hay muchas. Hoy quiero escribir sobre esa derecha limeña y exclusiva, a raíz del evento ocurrido en esa librería de “la calle más importante de San Isidro”. Quiero hablar de esto porque ejemplifica algo con lo que me cruzo todos los días y me genera impotencia, repulsión y vergüenza: Una derecha limeña que está podrida.
No quiero generalizar. Yo soy, al fin y al cabo, una mujer limeña, de derecha, y que tuvo la suerte de nacer en una familia acomodada. A todas luces una pituca. Créanme que la ironía del asunto no se me escapa.
Pero regresemos a la librería. Porque acá no hablamos de un incidente aislado. Las protagonistas del video son, tan solo, el perfecto ejemplo de una derecha limeña que no ve la necesidad de ir más allá de sus propias narices –de razonar–. Son el ejemplo de una derecha que pretende tener superioridad moral solo porque sale de San Isidro. De una derecha con un discurso flácido y unidimensional, que, además, nadie les ha exigido nunca cuestionar (y por lo tanto presentan sus convicciones morales como verdades irrefutables).
Lo peor de todo –lo inaceptable– es que forman parte de un pequeño mundo que les ha dado todas las oportunidades para educarse, cuestionarse, y que tiene el mayor potencial para generar cambios positivos en el país.
En vez, ese potencial se va a la basura. La tragedia limeña es que aquellos que cuentan con los recursos para la transformación, terminan siendo tan insípidos en su forma de pensar el país.
Ya es hora de que caiga un baldazo de agua fría sobre esa derecha que se cree patriota y es, en realidad, parte del problema. Nacer y crecer en privilegio en un país como el Perú es cuestión de suerte. Pero no usar ese privilegio para mejorarte, cuestionarte y buscar sacar adelante tu país, es vergonzoso.