Hace ya, 100 días, unas circunstancias impensadas nos han puesto en un escenario difícil y complejo. Un escenario que quizás, en otros tiempos, era un asunto de combatientes que alistaban sus cascos, equipos y fusiles y partían al confín de una frontera a dejar su sangre por la patria en una trinchera, mientras su sociedad esperaba el resultado con la ansiedad de ver retornar a sus hijos vivos y victoriosos. Pero ahora —vueltas que da la vida— nuestro pueblo ha visto amenazada su existencia y en el campo menos esperado: sus propias ciudades. Sus calles, sus barrios, mercados, plazas. Como si le sobrara el ingenio, un virus mortal ha logrado llegar hasta nosotros, no mediante un arma o una máquina de bombardeo, sino a través de quienes más queremos. Un hijo, un nieto, el amigo del barrio, el alumno, el vendedor de la tienda.

Cuando esto comenzó, nuestros hombres y mujeres de primera línea, salieron, como lo hacen desde los inicios de la República, a dar la cara. Esta vez, no solo asistieron nuestros soldados, marinos, aviadores y policías; sino que médicos, enfermeras, bomberos, trabajadores de limpieza, serenos, autoridades, hombres y mujeres, valientes y decididos formaron un conjunto rojiblanco, que enfrentó con valentía la aparición del COVID-19. Un valor que no es gratuito; pues nos costó y sigue costando muchas bajas, pero ahí estamos, con nuestras actitudes, con nuestras discrepancias, con la esencia de tantas culturas.

Hoy recordamos hace ya, 100 días, cuando combatiendo en el VRAEM al militarizado partido marxista-maoísta-leninista y luchando contra la minería ilegal en Madre de Dios y en la Cordillera del Cóndor, y cuando hace ya, 100 días estábamos junto a nuestra Policía Nacional en el Putumayo combatiendo el TID, recibimos la misión e iniciamos el planeamiento para cerrar y sellar las fronteras, cerrando puertos y aeropuertos, vigilando las calles, apoyando a las instituciones de Salud, desplegando más de 70,000 efectivos del Ejército, Marina y Aviación, apoyando el regreso a sus pueblos de los retornantes, creando cultura de distanciamiento social y aforo en bioseguridad en calles y mercados, implementando hospitales de campaña, desplegando todo el ingenio de nuestra gente en crear respiradores, cápsulas de transporte, creando un puente aéreo para trasladar pacientes con COVID, llevando el oxígeno salvador, dando todo por nuestro pueblo. Y Aquí estamos, aquí seguiremos.

Por eso, no puedo dejar de admirar y felicitar a cada ciudadano. Al nieto que cuida de su abuelo, resistiendo en su casa. Al servidor público que asiste a laborar, porque de su presencia dependen los servicios públicos. A la ingeniosa madre, que trata de hacer malabares para que el dinero se estire. No hay quien no se haya batido en sacrificio. Pues, a pesar de las pérdidas, del dolor que nos ensombrece cada vez que la noticia ya no es la que se contempla en un televisor, sino que tocó a tu familia; podremos sobreponernos, resistir y derrotar con esa resiliencia que ya conoce nuestro pueblo, no de hace 100 días, sino de hace 200 años.

Nuestras bajas son parte del sentir del Perú entero, de todos esos rostros que ya no veremos, de aquellos que se los llevó el COVID, ese enemigo invisible que apareció hace ya, 100 días.

Hoy toca a ciudadanos y autoridades a reforzar nuevos hábitos y formas de hacer nuestras actividades y nuestros negocios, fortaleciendo una cultura de bioseguridad integral.... la seguridad de uno es la de todos.

TAGS RELACIONADOS