La mayoría del Congreso archivó el proyecto de adelanto de elecciones. La bomba explotó sin control de daños por el Ejecutivo y en presencia de la Comisión de Venecia. La presión de Martín Vizcarra no funcionó y el desenlace debió ser aceptado y dio paso a una nueva etapa. No caben recriminaciones por la decisión del Congreso, pues está dentro de sus facultades. La crisis debería concluir, aunque el Primer Ministro anunció que el Gobierno no se quedará con los brazos cruzados. El Presidente, sin aludir al adelanto de elecciones ya archivado, reinició la pelea con una nueva cuestión de confianza que aborda competencias constitucionales del Parlamento, que debe elegir a los miembros del Tribunal Constitucional. Nuevamente se irrespeta la separación de poderes. Y si bien no mencionó el cierre del Congreso, es evidente que espera otra oportunidad, aunque las multitudes convocadas no aparecieran en las calles para protestar por el archivamiento del proyecto vizcarrista.
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