Si hay en América un país que nunca ha podido levantar cabeza y sigue siendo un Estado caótico, sumergido en la pobreza y el atraso, e incapaz de vivir en paz y estabilidad política para dar bienestar a sus sufridos ciudadanos, ese es sin duda Haití, donde así como si nada, un grupo de sujetos armados con fusiles ingresó hace dos días a la casa del presidente en ejercicio, Jovenel Moise, de 53 años, para asesinarlo a tiros mientras dormía y dejar gravemente herida a su esposa.

La comunidad internacional ha hecho muchos esfuerzos para apoyar a este país, pero casi todo ha sido en vano. Hubo un nuevo impulso de darle una mano a Haití tras el brutal terremoto del 12 de enero de 2010 que dejó cerca de 300 mil muertos y acentuó aún más la pobreza y las necesidades de la población. Fue uno de los sismos más devastadores ocurridos en la historia de la humanidad. Sin embargo, es poco lo que se ha podido hacer en esta convulsionada nación caribeña.

Como reportero llegué a Puerto Príncipe en la mañana del 15 de enero de 2010, a bordo de un avión de la FAP que llevaba ayuda humanitaria material, médicos e ingenieros militares de parte del gobierno peruano. Habían pasado menos de 48 horas del terremoto y el drama visto en la capital haitiana era indescriptible. Los muertos eran arrojados y colocados en rumas en medio de las calles de la ciudad, mientras en los precarios hospitales colapsados solo quedaba amputar brazos y piernas a los heridos.

El palacio presidencial terminó destruido por el sismo de magnitud 7. Sus estructuras superiores se asentaron sobre el primer piso y años después todo tuvo que ser demolido. Quizá esta situación haya sido una metáfora de la realidad de este país fallido con gobiernos precarios, ineptos y corruptos, donde ni la larga presencia de los cascos azules de las Naciones Unidas ha podido hacer mucho para hacerlo al menos viable y con posibilidad de dar condiciones de vida aceptables a sus casi 11 millones de habitantes.

Haití es el país más pobre e inviable de occidente, y debería ser objeto de una gran cruzada mundial para que por fin salga de donde está. El terremoto de 2010 fue apenas una de las tantas tragedias vividas en ese territorio que de las dictaduras impresentables de “Papa doc” Duvalier (1957-1971) y “Baby doc” Duvalier (1971-1986), pasó a la absoluta inestabilidad política que no termina. Hoy, tras el asesinato del presidente Moise, se abre un nuevo e incierto capítulo para los haitianos. No se puede ser indiferente.