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Y los desestabilizadores profesionales lograron anotarse un pírrico triunfo: enconar al Presidente con el Congreso, tomando pie en la revelación de las reuniones entre él y Keiko Fujimori, propiciadas por el premier César Villanueva. Alguien llegó al extremo de definir al momento como un “escenario bélico”. Sin embargo, quienes ven la política como una guerra alientan la anti-política. Porque la política se desarrolla con el lenguaje, con el diálogo, para buscar canales de entendimiento. Eso hacen los verdaderos políticos. Quienes propician el choque quieren parecer halcones. No lo son. Los halcones políticos se fajan directamente, son agudos, comprometidos con una causa hasta la pasión. Y, por supuesto, inteligentes políticamente como para no romper el diálogo. Lo que hay aquí, en cambio, son simples buitres. Buitres que se alinean en las cornisas de la política para esperar a que se despedacen Ejecutivo y Legislativo. Y con ellos, la gobernabilidad y el país. Solo buscan confrontar a ambos poderes para repetir el escenario extremo que nos paralizó durante los dos años iniciales de PPK. Por eso, Villanueva no les es funcional a los buitres. No les importa. Luego comerán de los restos. Y mientras emplazan a Vizcarra para que incendie la pradera, también le susurran la idea de que necesita otro Premier. Uno con más “dientes”. Mientras tanto, en lo que debe ser una “coincidencia”, personajes como Pedro Cateriano y otros intensifican sus apariciones en los medios. Y es que ya deben estar corriendo currículos en el escritorio presidencial, porque necesitan extirpar al único político sereno que entiende que no se puede gobernar bajo el fuego cruzado del enfrentamiento doméstico de tiempo completo. Grave error cometería el Presidente si cede al canto de sirena y sacrifica al único alfil que tiene para poner los paños fríos y la sensatez que este momento delicado necesita. Porque a los buitres no se los alimenta.

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