Hasta un día antes de la elección del 6 de junio, las encuestas decían que Pedro Castillo y Keiko Fujimori se disputaban el voto del norte del país. Fujimori llevaba una ventaja ligera, dentro del empate técnico. Sin embargo, luego del 6 de junio los resultados oficiales de la Onpe indicaron que la candidata de Fuerza Popular tuvo en el norte un triunfo pronunciado. En La Libertad y en Piura, por ejemplo, ella le ganó 60% - 40% al postulante de Perú Libre. No arrasó, pero sus votos fueron más de lo que se decía en la víspera.
¿Sería acaso responsable y pertinente decir que, por esos datos, hubo fraude en mesa y que por eso Fuerza Popular obtuvo un triunfo mayor en el norte? Recordemos que Keiko Fujimori tuvo un apoyo total de Alianza Para el Progreso y el Apra, muy duchos y expertos en cuidar los votos y en pelear elecciones en las mesas del norte peruano. Perú Libre no tuvo suficientes personeros en comparación con su oponente, y su partido no tiene aquí una organización sólida para haber defendido realmente sus votos, si lo vemos así.
No obstante, decir que hubo aprovechamiento y fraude solo por esta lógica sería cuestionable e irresponsable. Y por suerte en el norte nadie reclamó.
En realidad, en todo el país nadie reclamó al inicio, el día de la jornada electoral, que es cuando los personeros y miembros de mesa pueden advertir las anomalías. Los reclamos de Fuerza Popular empezaron días después. Sí, hay que decirlo: cuando se percataron de que las cuentas no les alcanzaban para ganar.
¿Tiene derecho un partido a reclamar o impugnar una elección cuando siente que ha sido perjudicado de un modo fraudulento? Claro que sí. Pero el problema es que muchos de los argumentos vistos en estos días se asemejan a lo que expliqué al inicio. Hay mucho ruido y pocas nueces en las denuncias. Y el hecho de que Keiko Fujimori haya salido a pedir a la gente que le colabore con pruebas es una evidencia de que no cuentan con ellas.
¿Hasta dónde nos llevará todo esto?