Cuando era adolescente veía los dibujos de Jorge Cyrán Valencia en los periódicos y quedaba maravillado por la calidad de su trazo, la limpieza de la línea y esa gran capacidad para concebir sus imágenes. Inmediatamente los recortaba y guardaba cuidadosamente en una caja, pensando si algún día yo podría dibujar como él o, mejor aún, conocerlo en persona.

En los años siguientes la carrera del maestro se cimentaba cuando ganaba casi todos los concursos de diseño del afiche de Festidanza, que entonces era todo un acontecimiento; y para quienes ya hacíamos nuestros pinitos en el arte del diseño, el reto era vencer al maestro o por lo menos, intentar acercarnos a su extraordinaria calidad.

Algunos años más tarde la vida me dio una recompensa, trabajar al lado de Coco Cyrán en CSI, una empresa del grupo Cervesur, donde pude conocer, no sólo al gran maestro, sino a la extraordinaria persona que fue; gozar de su inmensa calidad personal, de su sencillez, pero sobre todo, de su gran talento creativo que siempre nos sorprendía. Aquellos años junto a él, fueron de un constante aprendizaje, pero sobre todo, de disfrutar de su amistad, de incontables aventuras en el trabajo, las risas interminables con sus ocurrencias y la calidez de su humanidad. Arquitecto talentoso, eximio dibujante y un buen hombre. Hoy que escribo estas líneas en su recuerdo, mis ojos se nublan por las lágrimas agradeciéndole a la vida por haberlo conocido y haber sido su amigo. Hasta siempre, maestro.

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