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¿Quién no ha sentido los nervios, la agitación, los cachetes encendidos, cuando tenemos que dar una presentación en público? Nuestra necesidad de aprobación nos pone en extrema alerta cuando sentimos que podemos quedar en ridículo o no ser “suficientemente buenos”. Ello origina que, muchos de nosotros, rehuyamos las oportunidades para hablar en público.

Sin embargo, hoy más que nunca, las habilidades de oratoria son indispensables para tener éxito en la vida.

Mientras vemos cómo tantos trabajos que solían ser humanos se automatizan con muchísima mayor eficiencia gracias a la inteligencia artificial, la capacidad de comunicarnos, inspirar y motivar se vuelve aún más crucial. El siglo XXI es y será el siglo de la creatividad.

¿Cómo podemos mejorar nuestra habilidad de presentar en público? En primer lugar, tenemos que practicar. El colegio debe ser nuestro laboratorio de innovación, donde los estudiantes puedan probar diferentes formas, aprendiendo a usar sus nervios como combustible para presentar mejor. Replantear las presentaciones como conversaciones con un grupo puede ayudarnos a aliviar mucho la tensión. Enseñarles a los niños a involucrar a la audiencia, haciendo preguntas, poniéndolos también en el reflector por breves instantes, aumentará la empatía por parte de quienes escuchan. También es importante liderar con el ejemplo. Hagamos presentaciones como un alumno más y abramos el espacio para la crítica constructiva. Otra estrategia que ha resultado provechosa es grabar las presentaciones para poder aprender de nuestros errores, así como crear audiencias de diferentes tamaños. Se siente diferente presentar frente a un grupo de 3 que frente a 30. Al hacer de las presentaciones un hábito, tenemos la extraordinaria oportunidad de dejar de paralizarnos por el miedo. No porque dejemos de sentirlo, sino porque aprenderemos que todo sale bien a pesar del miedo. Como reza el dicho: “Si sientes miedo, hazlo con miedo”.