El Perú nuevamente está de luto por acción del narcoterrorismo en el Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM). Esta vez el caído es el oficial de mar segundo de la Infantería de Marina (OM2 IMA) Gustavo Valladares Neyra, quien fue abatido mientras realizaba labores de patrullaje en esta zona donde aún se mantienen activos algunos residuos de Sendero Luminoso, que operan en alianza con traficantes de cocaína.

Los valerosos marinos fueron atacados a balazos desde la margen izquierda del río Mantaro, mediante una cobarde acción en la que resultaron heridos el teniente segundo Edgard Elescano de la Cruz y los oficiales de mar Brayan Ahuanari Usquiano y Roberto Chero Galeano. Todos ya están fuera de peligro tras la emboscada que ha quedado registrada en un video grabado por gente de la zona desde Puerto Palmeras.

En estas imágenes se ve la forma brutal en que fueron atacadas las tres embarcaciones “Hovercraft” que recorrían el Mantaro, y cómo los marinos responden el ataque y siguen avanzando en medio de las balas disparadas desde el espeso monte. Esto sucedió en la zona de Vizcatán del Ene, provincia de Satipo, región Junín, una de las dos “zonas calientes” del VRAEM. La otra es Canayre, provincia de Huanta, en la región Ayacucho.

El infante de marina Valladares Neyra -de 30 años de edad, casado, aficionado al boxeo y vecino de Santiago de Surco-, es un nuevo héroe para el Perú. Se suma a las decenas de efectivos caídos en el VRAEM por acción de asesinos que no serán un peligro para el Estado, pero sí para la vida de los valiosísimos jóvenes que visten uniforme y sirven en esta zona que no termina de ser totalmente pacificada.

El Perú, bajo cuya bandera ha muerto este nuevo héroe, está en la obligación de rendirle todos los honores y homenajes que merece. El presidente Francisco Sagasti fue ayer a recibir su cuerpo y eso estuvo muy bien. Mientras tanto, la familia del caído debería ser asistida por el Estado de forma inmediata, a fin de tratar de hacer menos duro el momento por el que debe estar pasando por culpa de una banda de narcoterroristas que ojalá sean pronto eliminados.