El pantano de la ingobernabilidad nos atrapó una vez más. De nada sirvieron las innumerables alertas lanzadas por verdaderos demócratas sobre el peligro que corría la nación si llegaba al poder el partido Perú Libre, de inocultable filiación comunista, con el profesor Castillo como presidente de la República.
Desde el juramento írrito, pasando por la designación de un consejo de ministros ya repudiado por la mayoría de los ciudadanos, la devaluación y la inflación galopantes, la delincuencia imparable y sin un plan de contención contra la inminente tercera ola del COVID-19, nos pone al borde de la anomia como sociedad. Pasaremos al bloque de países del rango de Haití o Afganistán.
Propongo que la clase política admita la realización de la siguiente hoja de ruta que nos permita emerger del pantano: (i) Negarle la confianza al gabinete Bellido. Se habrá gastado la primera “bala” de las dos con la que cuenta el Ejecutivo para disolver el Congreso, pero convocar a otro gabinete y someterlo a investidura tardará al menos 60 días. (ii) Promover la vacancia presidencial. Previamente, deberá inhabilitar a la vicepresidenta Dina Boluarte; cambiar toda la composición del JNE, de la ONPE y de la RENIEC y, aprobar el PL de Renovación Popular que impide la continuación en el cargo de los magistrados del TC con mandato vencido, añadiendo una disposición transitoria para que entre en vigencia inmediatamente. (iii) La presidenta del Congreso, encargada de la presidencia de la República, deberá convocar a elecciones presidenciales, y los partidos políticos con inscripción vigente se comprometan a formar alianzas para presentar la menor cantidad de candidatos posibles para la primera vuelta. (iv) Las bancadas del Congreso se comprometan a adherirse a una de las alianzas correspondientes a las candidaturas presidenciales.
No todas las acciones propuestas son ortodoxas, pero los tiempos difíciles demandan soluciones extraordinarias y, sobre todo, vocación de renunciamiento de su clase política.