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Hong Kong sigue sin detener las protestas contra las autoridades del gobierno central de Beijing. La isla es un caos. Aeropuerto cerrado, avenidas bloqueadas, estación de trenes clausurada y lo más sensible: miles de jóvenes que no bajan la guardia frente a lo que denominan imposiciones de la autoridad de la región administrativa especial de Hong Kong, que en buena cuenta depende del gobierno en la capital del gigante asiático. Las protestas en la península más próspera financieramente de la región asiática es preocupante, pues llevan más de tres meses de manera recurrente. Desde 1997 en que Hong Kong volvió a la soberanía de China siempre han sucedido, pero jamás en la magnitud que se ve ahora. Con 7 millones de habitantes, sus ciudadanos se resisten a aceptar las imposiciones del gobierno chino. En esta etapa de protestas, todo comenzó con el plan de Beijing para hacer prevalecer un proyecto que permite extradiciones hacia Beijing para el juzgamiento. La sociedad en la isla es completamente peculiar, siempre acostumbrada a derechos y libertades que estuvieron claramente expresados en el acuerdo que permitió el retorno de Hong Kong a China hace 22 años. No se debe olvidar que en esta región rige el famoso principio de un país, dos sistemas, que fue una creación de Deng Xiaoping, el líder chino que desde una visión realista acuñó la prosperidad para el país a finales del siglo XX con la célebre frase: “No importa que el gato sea blanco o negro, mientras pueda cazar ratones es un buen gato”.

Hong Kong tiene el referido status de región administrativa especial y con un régimen aduanero y comercial enteramente capitalista. Así fue acordado. Con aproximadamente 6200 habitantes por km2, es una meca financiera que exige que no les cambien las reglas resumidas en libertad con democracia. La población ahora exige la dimisión de la gobernadora, Carrie Lam, y de que se respete las reglas jurídicas convenidas en la fecha en que los británicos devolvieron Hong Kong, donde prevalece un modus vivendi bastante específico y opuesto al del resto de China. La represalia del gobierno de Xi Jinping jamás será una solución al problema existente. Cuanto menos injerencia se produzca por parte del gobierno central, las cosas con Hong Kong no tienen por qué volverse complejas e insostenibles. Un país con dos sistemas es la regla.