Hora de definiciones internacionales
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Dos problemas de suma gravedad han creado situaciones muy peligrosas que tendrán una repercusión global: la extrema tensión en las relaciones de Occidente con Rusia por la anexión de Crimea y la intervención militar de Putin en Ucrania; y el inminente ataque de la coalición liderada por EE.UU. a los sanguinarios terroristas que han conquistado parte de los territorios de Iraq y Siria, de donde pretenden expandirse para crear un "califato islámico" en pleno siglo XXI.

EE.UU., la Unión Europea y la OTAN han aprobado un severo endurecimiento de las sanciones y medidas que aplicarían a Rusia si no cesa sus actos de agresión en Ucrania. Putin ha anunciado fuertes contramedidas mientras algunos nacionalistas rusos piden bombardear Polonia o Estonia con armas nucleares. Por eso Obama inició su gira europea en la capital de los estonios el 3 de setiembre. Ello provocó que el Comandante General de la Aviación rusa amenazara a Washington con el establecimiento de bases militares en Latinoamérica.

Curiosamente, el mismo 3 de setiembre nuestro Ministro de Defensa visitó Moscú para comprar armamento y acordar la instalación de una planta binacional que construirá helicópteros rusos en Arequipa. Se escogió el momento más inconveniente para profundizar el vínculo militar que el General Velasco Alvarado estableció con la ex Unión Soviética, sin importar que este significativo entendimiento se interprete como un alineamiento con Rusia en un momento tan inoportuno. ¿No existe coordinación entre RR.EE. y Defensa, o es que el Gobierno quiere demostrar su apoyo a Moscú en esta delicada coyuntura internacional?

La confrontación diplomática en Europa se da al mismo tiempo que Washington ha conformado una coalición contra la barbarie de los terroristas genocidas del mal llamado Estado Islámico, que arrasan a los infieles, esclavizan mujeres y se divierten degollando periodistas norteamericanos para mostrar sus cabezas en la TV. Obama se ha comprometido solemnemente a destruir esta amenaza con el apoyo de las potencias occidentales, y de Iraq, Turquía y los países del Golfo.

La confluencia de la amenaza rusa en Europa con el fanatismo islamista ha provocado una firme reacción de Occidente frente a la cual no caben medias tintas ni, menos aún, gestos que puedan interpretarse como expresiones de un apoyo que ofendería la moral y el sentir mayoritario de los peruanos que adhieren a los valores democráticos occidentales.

Estamos en vísperas de la Asamblea General de Naciones Unidas, foro donde los principales actores de estos enfrentamientos solicitarán el respaldo mayoritario de la comunidad internacional a las resoluciones que patrocinarán en Nueva York. El voto del Perú no debería refugiarse en la neutralidad de la abstención. Por el contrario. Debería demostrar nuestras convicciones democráticas. Si no fuera así, EE.UU. y la Unión Europea entenderían que el hecho de ser uno de los principales clientes latinoamericanos del armamento ruso implica una impresentable asociación en la esfera política.

Sería repudiable apoyar el autoritarismo de Putin cuando incumple tratados y desestabiliza el equilibrio indispensable para el mantenimiento de la paz mundial.

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