Humala
Humala

El Presidente se niega a declarar ante la comisión del Congreso que investiga el llamado "escándalo López Meneses", ese aún inexplicable e inexplicado aparatoso resguardo al domicilio de quien es presentado como uno de los personajes escabrosos cercanos a Vladimiro Montesinos y uno de sus más importantes de operadores políticos.

Lo que singulariza este hecho es la participación de la más alta jerarquía policial formando parte del escudo protector a López Meneses, con ramificaciones en Palacio de Gobierno. Y, por otro lado, la rápida intervención de Humala dando por terminado el asunto como un simple acto de corrupción, que de todas maneras arrastró al retiro a más de media docena de generales y al asesor de seguridad Adrián Villafuerte.

Pero nada está claro. Al contrario. La madeja parece interminable. Nuevos hechos, nuevos personajes que recorren todas las esferas del poder aparecen y el Gobierno va dibujando su presencia a pesar de procurar pasar desapercibido.

La palabra de Humala a estas alturas es fundamental. No para la comisión, sino para el país, que necesita conocer la verdad.

No se trata de un problema legal o constitucional, es un problema de orden ético.

El "asunto López Meneses" no es cualquier cosa. Remece las estructuras políticas, policiales, de justicia y mediáticas del país. Por lo que su esclarecimiento es del mayor interés nacional. No es un problema de López Meneses; es la inmensa red que se ha tejido y que, aparentemente, todavía tiene atrapados a instituciones e individuos.

El Presidente no puede, ni debe, refugiarse erradamente en un presunto impedimento constitucional. Si Humala posee información sustancial, no tiene derecho a esconderla.