El panorama general se muestra desalentador en el Perú, no solo por el incremento de contagios y muertos a consecuencia de la COVID-19 sino también por la incertidumbre económica producida por las últimas proyecciones electorales con miras a la segunda vuelta presidencial. El riesgo político ha generado en esta semana la subida del dólar, la caída de la Bolsa de Valores de Lima, el nerviosismo de los inversionistas y la pérdida de atracción de la banca ante las grandes financieras internacionales. Hoy el país se ha vuelto impredecible y solo un esfuerzo supremo de lucidez, disciplina y madurez de todos nos enrumbará por el camino del desarrollo y progreso.

Tanto Pedro Castillo y Keiko Fujimori coinciden, sin rodeos, que se debe ir al grano y realizar un cambio. Esperemos que ambos tengan planes serios para que el cambio sea para bien. Es evidente que para ello se necesita un país unido y un Gobierno que lleve a cabo un proyecto común, donde lo más importante sean los ciudadanos y no los intereses personales, las banderas partidarias o los extremos ideológicos.

Es natural, que ante la grave crisis por la que atraviesa el Perú, la gente esté impaciente, pero no hay que creer en soluciones instantáneas en base a un Estado omnipotente. La estabilidad depende también del respeto por el sistema democrático, el modelo económico y las libertades.