Salvo el voto de la representación peruana ante la Organización de Estados Americanos (OEA), que trató de hacer pública la exposición de la diputada venezolana Corina Machado, a fin de que denuncie al mundo las atrocidades cometidas por Nicolás Maduro en su país, sigue preocupando la actitud del gobierno peruano ante el drama que vive Venezuela.

Salvo un tibio comunicado de hace más de un mes ante la brutal represión contra la oposición, el gobierno de Ollanta Humala es sin duda uno de los aludidos por Machado, quien durante su permanencia en Lima ha dicho que observa una "indiferencia cómplice" de muchos países de la región que miran para el costado pese a los muertos provocados por el chavismo.

Muy digna, en cambio, ha sido la actitud de Panamá, a cuyo gobierno no le ha interesado recibir una andanada de agravios por parte de Maduro y su régimen, que poco a poco se va quitando la careta de "gobierno democrático" y se presente como una dictadura donde, incluso, a una legisladora elegida por voto popular se le despoja del cargo como represalia a las denuncias hechas en Washington y Lima.

La situación se torna muy sombría en Venezuela y toda la región, pues estamos viendo cómo la mayoría de países guardan silencio cómplice ante situaciones muy delicadas que dañan a la democracia que ha costado consolidar en América Latina. Con lo que estamos viendo, que no nos sorprenda que más adelante tengamos situaciones similares donde se aplica el "socialismo del siglo XXI", impulsado por mandatarios muy afines a las reelecciones y a no dejar el poder así nomás.