En las últimas horas, revivió el tema del indulto a Fujimori cuando sorpresivamente el propio presidente Kuczynski lo volvió a poner en agenda, justo cuando medio país miraba la crisis del Ministerio de Economía y su repentino cambio de conductor. El manoseo del que ha sido objeto este asunto hace imperativo que se tome una decisión definitiva esta vez. Porque si el Presidente volviera a evadirla, simplemente hará pensar que juega con el tema apenas le conviene tender una cortina de humo. Y no podrá ser tomada por la oposición, sino como otro acto de distracción y otra burla, elevando exponencialmente unas tensiones que, precisamente, se debieran rebajar en aras de la gobernabilidad.Puede decidir que no, en cuyo caso debe anunciarlo y no tocar más el tema. No obstante, hay muchas razones de las que puede valerse el Presidente para proceder con el indulto. Las más importantes, la edad y el estado de salud del expresidente, y las evidentes irregularidades que han quedado expuestas, con el tiempo, respecto de ese proceso, tanto a nivel procedimental como en el plano personal de sus ejecutores concretos. Debiera bastar la duda sobre la validez legal de ese juicio para proceder al indulto y, si se quiere actuar con imparcialidad total, someterlo a otro bajo condiciones de total objetividad. Al final, es la decisión presidencial la que cuenta y no debería ser coactada por el inaceptable chantaje de quienes lo han amenazado, pública e irrespetuosamente, con incendiar la pradera si ejerce su prerrogativa constitucional.Como razones colaterales están que ese indulto sería una señal clara de que el Presidente tiende un puente de oro a la oposición en aras de la gobernabilidad y que, además, tiene la firme intención de darle contenido real a lo que él mismo señaló hace poco, cuando afirmó que “es hora de voltear la página”. Porque francamente, lo es.