La reactivación económica no solo debería dejarse a manos del Gobierno Central, sino que los gobiernos regionales y locales también tienen que cumplir con su parte: ser facilitadores de los emprendimientos y atraer grandes inversiones.
Esto, sin embargo, no parece cumplirse. Lamentablemente, el papel de los gobiernos subnacionales en estos tiempos de pandemia es hacer eco de las políticas de salud y ejecutar una que otra obra de parchar pistas. Sus autoridades son gestoras primariosas, que se dedican a intentar replicar lo que les dictan desde Lima.
Por ejemplo, los gobiernos regionales expresan sus frustraciones al no contar con una estrategia eficaz que combata la segunda ola del Covid-19. Se quejan de la falta de oxígeno en hospitales, cuando no consiguieron más plantas durante los meses de la emergencia.
Por su parte, los gobiernos locales no administran la salud en nosocomios; pero, sus alcaldes se han enfocado en reclamar más atribuciones de las que ahora ostentan: recargar balones, ofrecer empleos, mejorar las pistas y veredas y la batalla contra el comercio informal.
Por ahora, ambos gobiernos pierden ante la ciudadanía. Sus representantes no solo demuestran sus carencias como gestores en estados críticos, sino que tampoco generan espacios para reflotar la economía local. No simplifican la burocracia. Y no me digan que en estas épocas nadie invierte.
Suena terrible, pero los gobiernos regionales y locales solo piensan en brindarle una solución a la salud pública -y encima lo hacen mal-. Tampoco es suficiente con la inversión en infraestructura, cuyo gasto es igual de pésimo. Cuando la pandemia haya reducido su impacto, de sus ciudades solo quedará penumbras. La tarea sigue pendiente.