El año 2019 cierra con la trágica cifra de 164 mujeres víctimas de feminicidio y ninguno de los candidatos al Congreso de la República que será elegido el próximo 26 de enero lleva como bandera de su campaña política lograr la aprobación en el país del 12% del Presupuesto del Sector Público para el 2021 destinado a la educación. No exagero cuando digo en reiteradas ocasiones que nuestros políticos y en general nuestra clase política en muchas décadas es mediocre y actúa como el cangrejo, es decir, hacia atrás y de espaldas a la realidad nacional. Junto a ello, la actitud de nuestras autoridades gubernamentales, también en varias décadas, ha sido esencialmente reactiva, es decir, esperamos que suceda la desgracia para recién actuar. El respeto a la mujer comienza en casa eso es verdad pero también lo es que el Estado debe diseñar toda una POLÍTICA DE ESTADO -lo digo con mayúsculas porque no estamos acostumbrados a adoptar políticas de largo plazo para el país-, que comprenda una fase educativa transversal en todos los niveles de la educación de los peruanos. Ad portas del bicentenario seguimos errando en invertir prácticamente todas nuestras energías en neutralizar o erradicar la violencia a través de medidas coactivas y coercitivas o en marchas, programas inmediatos e inorgánicos, y dejamos para las calendas griegas la mayor y más eficaz inversión, que supone un serio trabajo profesional que comienza en la infancia y en la niñez. Los países desarrollados invierten TODO en sus ciudadanos desde la etapa preescolar y escolar. En ese lapso de la vida están los mejores pedagogos y ese fenómeno de inversión involucra una participación activa de los padres. Es un trabajo largo pero eficaz y efectivo y con impresionantes resultados en el camino. Esos niños cuando adultos, reflejan conductas amorosas y respetuosas para con la madre, la esposa, la hermana, la amiga, la policía, etc. y esa es la explicación de por qué los índices de violencia hacia a la mujer en las naciones desarrolladas -los países escandinavos, por ejemplo-, son siempre abismalmente menores que en los países en desarrollo (África, Asia y América Latina).