Según lo visto en las últimas 48 horas, y tal como ocurriera en la última década, la izquierda peruana -o al menos ese conglomerado de individualidades mediáticas que llamamos izquierda- volverá a trabajar, esta vez quizá sin siquiera sospecharlo, para algún candidato radical, como en su momento lo fuera Ollanta Humala, en comparación a ella y al resto de partidos. Sí, el mismo que un día los utilizó y al otro los desechó, aunque no faltó tampoco quien se beneficiara en el camino (¿alguien dijo embajadas?).
Esa es mi conclusión al ver a Siomi Lerner, Susana Villarán, Mocha García Naranjo y Nicolás Lynch, entre decenas de trajinados dirigentes y exfuncionarios que hace rato tuvieron su oportunidad (¡y con este mismo Gobierno al que ahora tanto critican!), subiéndose a la combi electoral de Yehude Simon -sí, el premier del Baguazo, ¿se acuerdan?- a fin de encarnar una nueva opción política.
Es evidente que al no ofrecer nada nuevo, ni ellos ni Marisa Glave, el excura Marco Arana y ¡Hugo Blanco!, quienes también izaron sus banderas vía YouTube, es decir, toda la izquierda hoy lanzada con miras al 2016, le está haciendo un gran favor a alguien -todavía no sabemos quién- que bien podría irrumpir con un discurso capaz de atraer a ese sector del electorado hastiado del elenco estable (Fujimori, García, PPK, Toledo, humalismo) y que hoy ronda el 50%.
Como se sabe, ese candidato fue Humala en 2006 y 2011. Y probablemente alguien así aparecerá en unos meses, pero dudo que provenga de este conglomerado que de renovación no muestra un ápice, más allá de dos o tres figuras jóvenes, como la propia Glave o la congresista cusqueña Verónika Mendoza.
¿De dónde vendrá entonces ese candidato que, atacando el modelo económico, sume adhesiones? Difícil anticiparlo, mientras otros prefieren soñar con un outsider de derecha, pese a que ese lado del espectro está sobrepoblado. La izquierda oficial no la ve. Muchos se alegran, pero lo peor podría estar por venir.