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Del 23 al 27 de este mes, el papa Francisco presidirá la 34ª Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), en Panamá. Desde 1985, en que San Juan Pablo II instituyó estas jornadas, millones de jóvenes han participado en ellas, movilizándose desde los cinco continentes hasta el lugar donde cada papa los ha ido convocando: Argentina, España, Estados Unidos de América, Francia, Filipinas, Australia, Alemania, Brasil, Polonia o Italia. Los jóvenes se las han ingeniado para no faltar y, por lo general, han superado ampliamente los pronósticos sobre la cantidad de asistentes. Muchos de ellos, animados por la experiencia de su primera participación en una JMJ, vuelven a la siguiente o siguientes, incluso después de haber superado la etapa de la juventud.

¿Qué atrae tanto a los jóvenes? Sin duda, el deseo de encontrarse con otros jóvenes de distintos países pero que profesan la misma fe y, juntos, estar con el Papa. Sin embargo, después de haber participado en varias JMJ, estoy convencido de que el éxito de estas jornadas radica en que los jóvenes experimentan un encuentro personal con Jesucristo resucitado que ilumina su existencia y los llena de gozo. Por eso, en el videomensaje que el papa Francisco ha enviado a los jóvenes que esta semana participarán en la JMJ de Panamá, los invita a aprovechar estos días para tener un diálogo con Dios en el silencio del corazón, pues así se descubre la propia identidad y la vocación. “Dejen que el Señor les hable y verán vuestra vida transformada y colmada de alegría”, les dice Francisco, y poniendo como ejemplo a la Virgen María, añade: “Dar una respuesta afirmativa a Dios es el primer paso para ser feliz y hacer felices a muchas personas”, porque “nuestra vida sólo encuentra significado en el servicio a Dios y a los demás”. Gran enseñanza del Papa para los jóvenes que buscan la felicidad… y también para los adultos que aún no la han encontrado. Salir de sí mismo es la clave para alcanzar la felicidad.