La evidencia de animadversiones recíprocas cada vez más intensas entre Joe Biden y Vladimir Putin, presidentes de Estados Unidos de América y la Federación de Rusia, respectivamente, está haciéndose cada vez más notoria y por supuesto que esta inocultable realidad es un factor que seguirá restando para la esperada solución de la guerra entre Ucrania y Rusia que lleva 34 días. Los jefes de Estado que personifican a sus pueblos -no sólo los representan como es el caso de los demás ciudadanos-, tienen la virtud de estrechar al máximo las vinculaciones entre los países si acaso existe empatía total -lo que llamamos química-, o pueden terminar siendo el mayor óbice para una relación bilateral fructífera. El fuego cruzado sin límites entre Biden y Putin no es un buen marco para hallar puentes que pudieran coadyuvar en la finalización de un conflicto bélico que está alterando la paz y la tranquilidad internacionales que se convirtieron en exigencias jurídico-políticas luego de la guerra de 1939 en la condición de ius cogens, es decir, imperativo categórico de cumplimiento obligatorio. Biden, apenas asumido la presidencia de su país, no tardó en calificar a Putin de asesino y el mandatario moscovita, con estilo diferente, igual le puso la puntería por lo que no debería descartarse que una cuota de la guerra ruso-ucraniana muestra la revancha con tono de bilis recíprocas entre ambos presidentes. No se crea que Putin tenga mayor recorrido político que Biden por los más de veinte años que lleva liderando los destinos de Rusia. El presidente estadounidense cuenta más de cincuenta años como activo actor en la condición de senador en el Capitolio -sede del Congreso de los EE.UU.-, y esa performance política, aunque es relevante, es bueno precisar que la política internacional tiene sus componentes distintos de la política interna. Mientras la guerra en Europa del Este se acentúa sin ninguna prognosis de solución, ambos mandatarios son incapaces de materializar una intención por la referida paz entre Ucrania y Rusia. Los dos jefes de Estado han optado por el discurso nuclear, inevitablemente eficaz en estos tiempos, y que viene poniendo a la sociedad internacional en un mar de incertidumbres y eso sí es muy malo porque ninguno quiere promover un discurso para acabar los bombardeos que hoy siguen dominando en la guerra.