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Una errada idea del pragmatismo por los peruanos confirma la falta que hoy nos hace la figura del eximio pensador y erudito chiclayano, y eminente filósofo sanmarquino, José Antonio Russo Delgado, a quien dedico esta columna en el reciente celebrado centenario de su nacimiento (1917- 2017) y a su enorme legado. Los peruanos deberíamos consultarlo hoy más que nunca. Ejecutamos sin reflexión y así no podremos sacar adelante al Perú. Russo internalizó y enseñó el valor de la verdad para la vida política y doméstica. Dedicó su versada pluma a relievar desde el análisis filosófico de conceptos profundos, el impacto que tiene en la sociedad humana decir siempre la verdad. Infaltable sabio nacional en la serie “Los clásicos sanmarquinos”, su obra “La ética en Demócrito” desnuda su profundo apego por los griegos presocráticos. Sus preferencias por Pitágoras, Jenófanes, Parménidas, Zenón, Meliso y Heráclito se explican por dilucidar el tema ético que hoy tanto se manosea y hasta desprecia políticamente. Quizás leyendo a José Russo habrían menos corruptos, porque en la reflexión -que no la ejercitan los que tienen poder- podrían liberarse muchas de las cadenas de lo inmoral, librándose de los laberintos de la debilidad humana. Russo fue profundo en esta temática y lo vimos en “El hombre y la pregunta por el ser” en que abordó las complejidades humanas en el estudio prolijo del polémico filósofo alemán Martin Heidegger.

En este verano he leído extasiado lo que de Russo no había revisado en San Marcos durante mis clases del primer año de Derecho con mi profesor marxista Lombardi que, para mi suerte, nos mandó a los cachimbos de los ochenta y, por completo, su afamada obra “Los presocráticos”. Con deleite personalísimo al descubrir en su “De filosofía, paz y religión”, el capítulo 1, intitulado “John Mackay en San Marcos”, el maestro sanmarquino por adopción académica, nacido en “…Inverness, al N.E. de Escocia…” (Pág. 9), como mi bisabuelo Ramón Mackay Pflucker, venido también de esos lares. En esta coyuntura, honor a Russo Delgado, Profesor Emérito sanmarquino, cuya filosofía tanto extrañamos.