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Los Juegos Olímpicos de Río 2016 van viendo apagarse su fuego, pero nos deja inolvidables e históricas postales. Más allá de ídolos como Katie Ledecky, Simone Biles, Eliane Thomson, estos JJ.OO. tendrán como legado haber albergado las últimas megapresentaciones de cabales “héroes del Olimpo” como Michael Phelps o Usain Bolt.

Pero hay lecciones que aprender. Quizá la más notoria es lo lejos que va quedando Latinoamérica de hacer frente a esta clase de eventos. Brasil, el indiscutible gigante sudamericano, palideció en Río 2016. La belleza natural de la ciudad y las instalaciones salvaron televisivamente parte del compromiso. Pero la organización fue lamentable, a decir de quienes estuvieron allá. Tribunas semivacías y un comportamiento del público que confundió olimpiadas con fútbol añadieron a la sensación de que esta parte del mundo “ya no está para esos trotes”, como Olimpiadas o Mundiales de Fútbol.

Para los peruanos, algunas lecciones adicionales no estarían de más. Aquí el deporte casi no existe ya. Debemos mirar a Colombia. Participaron en casi todos los deportes y en todos con objetivos de medalla. Consiguieron algunas. Hasta este siglo iban como nosotros. De hecho, menos: no tenían ni una medalla de oro. Esto es verdadera promoción de la marca país. Colombia nos muestra el camino y habría que imitarlos.

Claro que, para eso, primero tendríamos que preocuparnos en atender el compromiso de los Panamericanos de Lima en 2019. ¿Alguien ve avances sobre el tema? Bueno, si nuestros políticos ni siquiera distinguen entre Juegos Olímpicos y Juegos Panamericanos, poco podemos esperar. Y no, no es cosa de juego. 

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