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El juez Richard Concepción Carhuancho ha actuado con total severidad contra Keiko Fujimori al validar la acusación del fiscal José Domingo Pérez y enviarla a prisión por 36 meses para que desde ahí afronte el proceso penal que tiene pendiente por los aportes irregulares a su campaña presidencial del 2011, a la cual habría ingresado dinero sucio de la empresa corruptora brasileña Odebrecht, famosa por su “generosidad” con muchos políticos peruanos.

Con esta segunda detención de Keiko Fujimori en menos de un mes, más allá de que más adelante pueda ser liberada en una segunda instancia, a través de un proceso de casación en la Corte Suprema o quizá en el Tribunal Constitucional, debemos estar ya ante la salida de competencia electoral del fujimorismo en el 2021, pues en los próximos años la lideresa “naranja” y su entorno estarán dedicados a evitar una condena de varios años antes que a pensar en hacer campaña.

A esa situación, ya crítica de por sí, se suma que el fujimorismo se ha ganado, en las últimas horas, el rechazo de muchos. La difusión del chat “La Botica”, que además ha servido de argumento al juez Concepción Carhuancho para encerrar a Keiko Fujimori hasta más allá de la campaña del 2021, ha tenido un efecto muy fuerte en desprestigiar aún más al fujimorismo. Esas “coordinaciones” e insultos inaceptables sin duda están pasando factura.

Aunque parezca algo anecdótico, la monumental metida de pata de la congresista fujimorista Leyla Chihuán, al afirmar que los más de 15 mil soles que gana en el Congreso no le alcanzan para mantener su ritmo de vida, significa también un gran golpe. En un país donde millones sobreviven con menos del sueldo mínimo, tal expresión resulta una ofensa, quizá comparable con la de “nosotros matamos menos” del recordado Jorge Trelles.

La resolución del juez Concepción Carhuancho se ha manejado entre lo jurídico y lo político, y será motivo de mucho debate. Sin embargo, a nivel político, lo sucedido ayer con Keiko Fujimori es devastador para ella y su agrupación, que no sería raro que comience a desmembrarse, tal como sucedió con el humalismo una vez que Ollanta Humala y Nadine Heredia negaron la posibilidad de la candidatura de la señora para el 2016 y la Fiscalía les comenzó a respirar en la oreja.