En el Perú, ya casi no existe el debate de ideas, existe el insulto barato, el uso de adjetivos y la humillación. Castillo y su elite enquistada en el poder, es indefendible. El hecho de haber sido elegido “democráticamente” y asaltar el poder como lo hace, colocando impresentables en diversos cargos públicos y festinando el dinero de todos los peruanos a través de las “coimas” que administrarían nada menos que su entorno familiar y sus allegados, es bastante crítico y que lo señale con el dedo acusador el Ministerio Público y no las “élites neoliberales”, es más grave aún. La gente trabajadora está cansada del circo, necesita pan. Ya casi pasa inadvertida cada nueva evidencia o denuncia de corrupción y ello es muy peligroso porque no significa que Castillo se vaya “afianzando” o vaya “aprendiendo” (ojalá fuera así) aquí lo que viene ocurriendo es un fenómeno de casi “resignación”. Nadie le ata las manos a este sindicalista que llegó al poder para, por ejemplo, comprar la urea que necesitan los agricultores, tener stock de pasaportes en migraciones, tener las medicinas que necesitan los hospitales públicos, o para brindar la seguridad que los más vulnerables necesitan en sus pequeños negocios, hoy asaltados por la delincuencia. No se necesita cambiar la constitución o presentar un proyecto de ley que regule ningún aspecto político para comenzar a gobernar y darle calidad de vida a millones de peruanos. Aquí lo que tenemos es un penoso escenario en el que los más ineptos están a cargo del timón de la Nación. La incertidumbre que vivimos es como una bruma densa que no deja respirar. Casarte por amor con alguien y descubrir al poco tiempo que es un agresor no hace que tengas que “soplarte” a tu consorte así le hayas dado el “si . Hay mecanismos para deshacerte de estas penosas situaciones. En política es igual. Si Castillo está acusado por la fiscal de la Nación por evidencias contenidas en 396 páginas, debería este Congreso timorato, al menos, inhabilitarlo mientras dura el proceso de investigación y no dejarnos sometidos a un presidente sobre el que pesan todo tipo de sospechas y peor aún, una enorme incapacidad de gestión.
“Kakistocracia” por María Isabel León (OPINIÓN)
Columna de opinión | Educadora y pequeña empresaria