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La última encuesta de Ipsos Apoyo, el domingo 22 de mayo, antes del debate en Piura, parece mostrar que Keiko Fujimori va hacia un triunfo irreversible. No tanto por los cinco puntos de ventaja a 11 días de las elecciones, sino por las razones por las cuales obtuvo esa diferencia. En una estrategia inteligente, Keiko logró vencer el obstáculo más importante que tenía en esta segunda vuelta: el antivoto. Ese casi 50% que fue un dique de contención inquebrantable en 2011, y que le mostraba los colmillos amenazantes este 2016, fue superado gracias a la captación de bolsones electorales con necesidades específicas. No en este orden, los policías, los mineros ilegales, los evangélicos, los productores agropecuarios, los cocaleros y una serie de sectores fueron cediendo ante los ofrecimientos que satisfacían sus demandas puntuales y que prevalecían ante los motivos éticos que impedían una votación por Fuerza Popular, a saber, la corrupción y la violación de DD.HH. A todo ello se suman tres razones adicionales que complican el camino a la Presidencia de PPK. Uno: Keiko ganó claramente el debate y lo más probable es que lo vuelva a ganar este domingo. Estuvo todo el tiempo al ataque y se impuso en articulación de ideas, conceptos y dominio de escena ante un rival agobiado y debilitado, una percepción que lo sepulta, pues se asocia a su edad. Dos: lo de Joaquín Ramírez no tendrá un efecto retardado, como lo vaticina el director de Ipsos Apoyo, Alfredo Torres, sino que es un caso típico de “efecto teflón”, es decir, al votante de Keiko no le ha interesado la denuncia en lo más mínimo y no la tendrá en cuenta para su voto. Y tres: la campaña de PPK estuvo salpicada de errores -como el viaje a Estados Unidos, los líos internos y la pasividad que ha intentado revertir en este último tramo- y la imagen de estadista serio, reconocido y experimentado, ajeno a la bullanga política, no se ha logrado consolidar. Lo firmo ahora que es cuando los riesgos valen: Keiko Fujimori será la próxima presidenta del Perú.