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Muchos de los mensajes en el chat de algunos congresistas de Fuerza Popular, denominado “La Botica”, son tan terribles que podían interpretarse como una declaración de intenciones contra el gobierno de Martín Vizcarra. Después de ese espectáculo de prepotencia y desatino político, en el que destacaron frases como “conchán”, “malnacido” y “traidor”, se ha comprendido cabalmente el constante bombardeo de censuras de la bancada mayoritaria del Congreso, la desesperada agresividad y el afán de debilitar y obstruir los proyectos del Ejecutivo.

Estas evidencias han salido a la luz un día después de que la lideresa del fujimorismo, Keiko Fujimori, convocara a los partidos políticos a una suerte de reconciliación nacional. ¿Cómo es posible que diga algo totalmente distinto a lo que han hecho ella y su partido en los últimos dos años? Cuando le reprochaban su cambio de actitud o pensamiento, Mahatma Gandhi solía decir: “Es que de ayer a hoy he aprendido mucho”.

Los siete días en prisión, el desmoronamiento de Fuerza Popular y las revelaciones de los testigos protegidos han golpeado a Keiko Fujimori. Por eso sabe que de ahora en adelante debe ser absolutamente mesurada en cada paso que da en el escenario político. Ya no puede disparar u ordenar disparar a un objetivo para ver qué gana. No está en condiciones de desperdiciar tiempo ni balas. Por eso ha preferido abrazar sueños que parecen difíciles de concretar (ponerse de acuerdo con todas las fuerzas políticas para garantizar un país estable en todo sentido) antes de confrontar la dura realidad que le espera.