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Keiko hace un papel lamentable tras su derrota. No ir a felicitar al ganador es un error clamoroso; a consecuencia, según se sabe, de una mala asesoría. En política, las formas cuentan y lo que se ve de ella, es una mezcla de dolor y rabia con un mensaje innecesario para las circunstancias actuales: “suerte PPK, a usted y sus aliados”. Un sambenito que han repetido sus congresistas electos en estos días.

El aislamiento poselectoral que el fujimorismo está aplicando como estrategia, no favorece al consenso que el nuevo gobierno y el país necesitan desde el 28 de julio. La agenda que PPK pretende trazar, requiere no solo del voto fujimorista sino también de una cuota de discusión y acuerdo previo con ellos. Dejarlos como una “oposición responsable”, sin saber por dónde vendrán las balas, es jugar con el albur y ello, quiérase o no, abona en la incertidumbre ante los proyectos que vendrán de Palacio; de ahí a los desencuentros hay un paso.

Mientras más pasan los días, Keiko parece una mala perdedora. Es cierto que la campaña trajo ataques desproporcionados e innecesarios. Pero estos vinieron de los dos lados. No se trata de excusarse con el manido fraseo “nosotros atacamos menos”, para exigirle a PPK que se disculpe públicamente, y por segunda vez, al punto de alucinarlo haciéndolo arrodillado y sobre vidrio molido. Tampoco, tampoco, como diría Kenji; el rival más serio que tendrá Keiko en el futuro inmediato, si no se despabila y se pone a pensar que, a la larga, el éxito de PPK será su éxito en el 2021. Para entonces la izquierda querrá cosechar sobre una división de la derecha.