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Las declaraciones dadas ayer en Sao Paulo por el exjefe de Odebrecht en el Perú, Jorge Barata, a fiscales peruanos, han sido un verdadero mazazo en la cabeza a todos los implicados -quienes pensaron que jamás se sabría la verdad por boca del propio corruptor- y también a los peruanos en general, pues nos vamos dando cuenta de que todos han sido cortados por la misma tijera y antes que todo les gustaba la plata, sin importar de dónde venía.

Lo dicho por Barata afecta al pasado de nuestro país (Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Susana Villarán), al presente (Pedro Pablo Kuczynski) y a un eventual futuro (Keiko Fujimori). El barro ha salido disparado en todas las direcciones, por más que el argumento de los implicados sea ahora que no sabían nada y que si hubo dinero no declarado en sus campañas, este fue entregado a intermediarios y no a ellos.

En el caso de Humala, el asunto es distinto, pues Barata afirma que el dinero sí fue dado en sus manos y en efectivo a la propia Nadine Heredia, quien incluso presionaba por las remesas. Ahí sí el comandante no tendrá la posibilidad de culpar a algún intermediario, a diferencia de los demás, que están optando por esa salida; aunque igual, con los kilos de barro que han caído sobre todos, difícilmente podrán salir incólumes.

Pensando en el país, en estos momentos preocupa la situación del presidente Kuczynski, actualmente en el ejercicio del poder. Barata ha señalado a la actual embajadora del Perú en el Reino Unido, Susana de la Puente, como receptora del dinero para la campaña del 2011. ¿Podrá el Mandatario sacudirse de toda responsabilidad y sindicar a su íntima amiga como la persona que recibió 200 mil dólares sin informarle nada a él? Eso está por verse.

Ayer hemos tenido un terremoto grado 9 en el país y queda ver lo que se viene. Por ahora, es claro que si Humala está preso de manera preventiva, al igual que su esposa, a los demás debería esperarles lo mismo, ¿no? ¿O la ley no es igual para todos? Esperemos que el Ministerio Público y el Poder Judicial estén a la altura del gran reto que tienen por delante al deber someter a las leyes a los peces más gordos de nuestra política.