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Tras la justificada salida del fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, es hora -hace rato lo es- de que algunas agendas postergadas adrede en esa instancia empiecen a ser inmediatamente corregidas. Por un lado está el evidente favoritismo que exhiben las investigaciones a cargo del Equipo Especial con un sesgo inclinado a demoler al fuji-aprismo -al que debe caerle todo el peso de la ley-, pero que ha dejado en el aire casos sospechosamente dolosos como el de la pareja Humala-Heredia, el de Susana Villarán o el de PPK. Si Zoraida Ávalos quiere potenciar y limpiar la imagen del Ministerio Público, está obligada entonces no solo a equilibrar la cojera elocuente de la mesa fiscal, sino que debe administrar con firmeza su jerarquía y hacer saber a la pareja Vela-Pérez que está obligada a rendir cuentas, a mostrar sometimiento, y que no son los reyezuelos empoderados por los aplausos excesivos de las graderías. Ávalos debe saber también que reencaminar la labor del MP pasa por mostrar una independencia frente al poder, no solo rechazando el proyecto que buscaba declarar en emergencia a la Fiscalía, sino extendiendo el rigor de sus pesquisas contra varios implicados en casos de corrupción y que ahora se parapetan en espacios recónditos de la administración pública, en el Congreso o en los más altos y ventajosos niveles del Gobierno.