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Ha de ser muy fuerte el irresistible afrodisiaco del poder que puede convertir a personas realizadas y reputadas en simples políticos de quinta.

Las encuestas de esta semana terminaron por desesperar a PPK y a sus causitas. Márgenes de entre cinco y ocho puntos que rebasan cualquier error estadístico, a poco más de una semana del día de las elecciones, sacaron lo peor de los alfiles pepekausas, convirtiéndose en mastines rabiosos que emulan a los más ranqueados izquierdistas locales. Y del propio PPK, desnudando falencias de personalidad solo por la angurria del poder y dejando frases de un talante ofensivo que poco corresponden con la imagen previa que de él se tenía.

Empeoran las cosas si las mejores cartas de PPK fracasaron. Él pidió el debate cara a cara y Keiko lo arrolló, con calle y maña. Creyó que tenía consigo un “sólido sur” y su rival se lo sacó suavecito y en silencio. También se ufanaba de tener el mejor equipo técnico y no marcó diferencias en Cusco.

Entonces le quedó la pelea callejera, donde ahora sí, era “a botellazo limpio”. Y las botellas más afiladas son ahora las acusaciones por narcotráfico. No funcionaron las otras -corrupción, esterilizaciones, lesa humanidad, autoritarismo- y entonces se echa mano a la última opción. ¿Pruebas? Ninguna. Pero aquí sabemos que basta generar la duda para “ganarse alguito”. Bueno, si estos son los “decentes”, estamos perdidos.

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