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A la vista de las hojas de vida de ese ejército que se postula para administrar los gobiernos regionales y municipales, es factor común en todo el país el enorme contraste entre las promesas y la realidad. Entre lo que todavía no existe y lo que ya ocurrió. Algo así como el olmo ofreciendo peras. Apuesto a que ni conocen a cuánto asciende el presupuesto económico del Gobierno Regional o de la Municipalidad que quieren gestionar. Si lo supieran, no prometerían las obras que dicen porque hoy casi toda la caja se va en pagar planillas. Es una constante que cada gestión va dejando de herencia el incremento de la planilla de personal. El nivel de ingresos actuales que declaran, es decir, de lo que viven, en muchos casos es tan miserable que avisa que vamos a poner a los ratones hambrientos a cuidar el queso. Y el nivel educativo, en promedio, es tan bajo en algunos casos que si los elegimos equivale a aceptar que al jardinero del hospital le pongan a hacer una operación del corazón a pecho abierto.

La democracia interna de los partidos y movimientos no está funcionando, por lo visto es una farsa del viejo caudillismo. Y con estos cuadros, la gran tarea nacional de luchar contra la corrupción será imposible y el dinero público seguirá alimentando a los peores ciudadanos. La clase política no ha aprendido ninguna lección si los resultados de las elecciones próximas no representan un cambio radical en la calidad de las personas a las que pediremos que nos representen. Si usted, en su casa y negocio familiar, va a colocar todo su patrimonio y rentas en manos de un gerente, ¿elegiría a algunos de estos candidatos? Habrá que pensar igual que en su casa grande (la ciudad) o mucho mayor (la región).