Una de las acciones más loables y humanas que se ha visto durante los días de esta pandemia, en medio de muchas que han venido y vienen del Estado, del sector privado y de ciudadanos de a pie, ha sido el convertir la histórica Plaza de Acho en un centro de acogida para personas indigentes, esos que no pueden quedarse en casa porque no la tienen y no pueden lavarse las manos durante dos minutos con jabón debido a que no tienen un baño, y ni siquiera agua.

Son los que tampoco existen en el padrón de beneficiarios del bono de 380 soles dado por el gobierno, con muy buen tino, a las familias vulnerables, simplemente porque no tienen familia, y porque no cuentan, quizá, ni con un DNI que les permita figurar en algo. Son los que desde la dura calle, hoy bajo necesario control militar y policial, quedaban fuera de todo mecanismo de apoyo en medio de esta crisis que de diferente forma golpea a todos.

El gran trabajo a favor de estos compatriotas ha estado a cargo de la Municipalidad de Lima, pese a la oposición y las críticas de algunos que incluso sacaron un comunicado por anda circulando por las redes sociales. Ya el Ministerio de Cultura ha aclarado que el recinto construido en 1766 no está en peligro con esta acción, como tampoco lo estuvo en otras actividades ahí realizadas a lo largo de su historia, incluyendo conciertos de rock.

Donde se ha matado toros por casi 250 años, hoy se está asistiendo con techo, cama, comida y aseo a quienes más lo necesitan. Ayer el presidente Martín Vizcarra pidió que esta experiencia sea replicada en el interior del país. Allí están los estadios, cuarteles, zonas deportivas de colegios y demás. Los gobernadores y los alcaldes bien podrían coordinar con los privados que sin duda estarán con muchas ganas de aportar.

Al alcalde Jorge Muñoz se le pueden criticar muchas cosas por su labor en poco más de un año de gestión. Vemos la situación del transporte y de la inseguridad. Pero lo que ha hecho en Acho, en el Rímac, hay que aplaudirlo e imitarlo en otras zonas del país, o incluso de la misma ciudad de Lima, donde hay cientos de personas en las calles que no tienen ni a quién pedir una moneda porque, en teoría, todos están en cuarentena.