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Renzo Reggiardo y Ricardo Belmont tienen unas cuantas cosas en común: ambos estuvieron ausentes en el debate electoral, ambos evaden situaciones retadoras de cara al público y ambos están primeros en las encuestas.

Dar la cara se puede evitar de muchas maneras. Una, por supuesto, es no asistir a careos o debates. Otra es evitando a la prensa, que tiene el rol de informar al público sobre sus propuestas, pero también de cuestionarlas y pedir explicaciones. Esta última es la estrategia de Belmont, que no da entrevistas (o solo las da en vivo, a algunos, “para evitar que lo saquen de contexto”, según uno de sus asesores de prensa).

El no dar la cara suele venir con la victimización como excusa. En el caso de Reggiardo, la justificación de su ausencia en el debate fue un supuesto ataque contra su honra por parte de otros candidatos (una sensibilidad algo preocupante para un político ante las críticas). Belmont, por otro lado, se victimiza ante la prensa, a la que acusa de maliciosa y sesgada (algo parecido al modus operandi de Trump durante su campaña electoral).

Para comunicarse sin preguntas que puedan ponerlos en jaque, estos candidatos hacen campaña a través de formatos unilaterales, mediante sus propios medios y redes. En un artículo para U.S. News, Susan Milligan explica que las redes sociales han permitido a los candidatos “moldear sus propios mensajes y diseminarlos a audiencias específicas”. Esta, pienso, no solo es una actitud poco democrática (la rendición de cuentas por parte de las autoridades es esencial en un Estado democrático), sino un peligroso indicio: un candidato que evite dar la cara podría ser un indicio de futuro silencio una vez en el poder.