Hace poco más de un mes, el pasado 4 de noviembre, durante su participación en la reunión de los jefes de Estado y de Gobierno de la APEP, la presidenta Dina Boluarte aseguró que el Perú ahora se encontraba “en calma, en paz” y nunca estas palabras fueron tan desgraciadas en vista de lo que el país está viviendo.
¿Qué calma y qué paz puede haber en un país donde un banco es robado en pleno centro de una ciudad? Hablamos del atraco ocurrido el viernes frente a la plaza de armas de la ciudad de Chepén, ubicada en la misma región donde hace dos semanas masacraron a mineros que laboraban en la productora de oro más grande del país y sigue sin haber detenidos.
¿Qué calma y qué paz puede haber en un país donde una menor de edad es secuestrada por sujetos fuertemente armados de la puerta de su casa? Felizmente Valeria ya está, desde la noche del viernes, con sus padres, pero esto no es mérito del gobierno ni quita el sentido a esta crítica.
Necesitamos acciones contra la delincuencia pues esta ya se ha salido de control. El Perú va camino de convertirse en una especie de lejano oeste donde las autoridades están pintadas y a la ciudadanía le tocará defenderse porque no hay reacción, pues los que detentan poder siguen creyendo que si mantienen el discurso de que todo está bien, la situación mejorará por arte de magia.