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El presidente Martín Vizcarra cuenta con la inmejorable oportunidad en el tamaño de histórica para enrumbar nuestra alicaída política exterior. La inminente Cumbre de las Américas prevista para el mes de abril, aquí en Lima, se muestra con enorme rentabilidad para la acción externa del flamante gobernante y podría volverlo en el mayor referente de la diplomacia presidencial en la región. Lo voy a explicar.

En los últimos 20 meses (gobierno de Kuczynski), la Cancillería ha cometido errores imperdonables. Veamos: 1) Ofendimos a Francia al decidir que ningún funcionario de Torre Tagle asista a la ceremonia por su Día Nacional. Insólito y grave para la relación bilateral con un país clave de la Unión Europea y del planeta. A pesar del amague del propio Kuczynski para remediarlo, condecorando al embajador de ese país, el daño estaba hecho y el gobierno de París nos latigó cancelando la sonada visita de su presidente. 2) Nos peleamos con varios países en el marco de la OECD que no apoyaron el voto peruano en la Unesco. Ahora estamos lejos de ingresar en este club. 3) La alta dirección de la Cancillería rechazó copatrocinar una resolución mexicana contra la dictadura venezolana, a contracorriente del liderazgo de Kuczynski en este asunto. 4) El entonces canciller Luna y el saliente viceministro Popolizio se habrían reunido con los observadores de la OEA del proceso de vacancia a PPK, a espaldas del mandatario, increpándolos por venir. Alta traición que el Presidente, al advertirlo, le quitó el fajín a Luna y Popolizio pasó piola. 5) El error ciclópeo con el caso de Maduro, invitándolo y desinvitándolo a la Cumbre, los coronó de incapaces. La canciller Aljovín fue inducida y todo se les fue de las manos. 6) Etc, etc. Vizcarra debe realizar una reingeniería profunda cambiando de raíz a la alta dirección. Llegar a la Cumbre con una diplomacia renovada significará un cambio total de la estrategia y, de una política exterior de enfrentamientos, podríamos pasar a otra de integración en la región.