El escándalo de los sobornos pagados por la empresa brasileña Odebrecht a funcionarios de tres gobiernos peruanos, y quizá también a los de dos gestiones municipales de Lima y de diversas administraciones regionales (no olvidemos esto último), agitará la vida política del país a lo largo de 2017, lo que sin duda demandará mucha seriedad, profesionalismo y trabajo técnico por parte del Ministerio Público y el Poder Judicial.
Se necesita una justicia que no se deje influenciar por las ONG de conocida tendencia, por los “opinólogos” de toda la vida y por medios de comunicación con diferentes intereses, para investigar y sancionar a toda esa manga de funcionarios corruptos que recibieron plata para favorecer a una compañía que, hasta donde se sabe, tenía una muy bien montada organización dedicada a “aceitar” a sinvergüenzas y ganar dinero.
El Perú ha sido nuevamente víctima de una inmensa red de corrupción que ya parece ser parte de nuestro paisaje, si tenemos en cuenta lo vivido en los 90. Ante ello, el sistema de justicia tiene que estar a la altura de las circunstancias. Sin lugar a dudas, los fiscales y jueces tienen muy poca credibilidad, por lo que el reto será mucho más grande para ellos, a fin de estar en condiciones de ponerse al frente del caso Odebrecht, donde se verán comprometidos varios peces gordos.
Lo que menos se necesita es circo, figuretismo y cacería de brujas, pues todo eso sería sinónimo de falta de seriedad. Lo que sí es necesario es celeridad para evitar la fuga de los responsables, que por estos días ya deben estar haciendo maletas y buscando agencia de viajes, mientras que con toda seguridad tratan de transferir propiedades a testaferros y de ir a los casinos para luego decir que allí ganaron varios miles de dólares en la ruleta de la suerte.
Nuestro país y el sistema de justicia tienen ante sí un inmenso reto: el de investigar y sancionar a delincuentes de saco y corbata que se dejaron sobornar. El objetivo es tratar de limpiar a nuestro país, que lamentablemente parece tener a la corrupción como un incurable mal. Y eso que solo estamos hablando de las coimas pagadas por Odebrecht. Habría que ver también qué otras empresas han roto manos, para saber hasta dónde llega el cáncer. Ardua tarea para el año que se viene.