Como buen demagogo, el presidente Pedro Castillo suele apelar “al pueblo” y sus necesidades y deseos para justificar cualquier barbaridad. Sin embargo, el mandatario debería entender que esa misma gente que hace pocas semanas lo llevó al poder, se podría ir en su contra y hacerle las cosas muy complicadas si insiste en poner su administración en manos de impresentables y en no generar las condiciones necesarias para dar confianza, fomentar la inversión y procurar el bienestar de los peruanos.

Suena muy bonito decir que es un gobierno “del pueblo y para el pueblo”, pero eso no impide que haya desconfianza y que el dólar y los precios suban. Eso no da de comer a nadie. Con discursos no se compra arroz ni leche, ni se paga el alquiler. En Huancayo, el representante local de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), Manuel Torres, ha señalado que 80 mil empresas de la región Junín están en riesgo de paralizar a causa de la inestabilidad política. Si esto ocurre, ¿quién le va a dar empleo a sus trabajadores?

Si vamos al sur, al pie del Misti, la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa (CCIA) ha emitido un pronunciamiento y expresado su preocupación por el gabinete a cargo de Guido Bellido y la inestabilidad que genera. En el mismo sentido se han manifestado diversos sindicatos. Hasta el antes radical gobernador regional, Elmer Cáceres Llica, ha pedido moderación, al igual que el gremio de las pequeñas y empresas, que son las que generan empleo para los que no son amigos de Perú Libre.

Un gabinete a cargo de un personaje como Bellido, que conoce mucho de ideologías radicales, de defensa de senderistas y de decir cualquier cosa con el puño levantado, jamás podrá articular los diversos sectores del Estado para poner a caminar un país quebrado por la pandemia. ¿Siguen creyendo que las recetas de Marx y Lenin harán que haya inversión y puestos de trabajo? Lamentablemente, esta es la gente que hoy tiene en sus manos los destinos del Perú.

El presidente Castillo debería entender que cuando la calle se le venga encima cansada por los problemas económicos y de un gobierno plagado de impresentables, él será el único responsable por más que no se quite el sombrerito a fin de parecer “del pueblo”. Quizá la demagogia sirva para ganar una elección, pero no para gobernar por mucho tiempo. Ese discurso de la “igualdad” y la “justicia social”, es puro humo cuando el dólar se dispara y sube el precio del pollo y el pan.

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