En los últimos días el congresista liberteño Luis Valdez ha sido uno de los protagonistas promotores del nuevo bolondrón acontecido en el Legislativo. El exgobernador de La Libertad, como se recuerda, ha sido quien inició el asunto a través de la gresca con el presidente Francisco Sagasti. Desde ahí, y con el estiramiento hacia la cuarta legislatura, Valdez llevó la voz cantante con las polémicas reformas que fueron presentadas contra viento y marea y que dispararon estos días de tensión.

Valdez pretendía reformas constitucionales con agilidad exprés, entre ellas el tema de la cuestión de confianza. Un grupo de congresistas, generalmente los mismos que apoyaron a Merino, lo apoyaba. Pero por supuesto Luis Valdez actuó con el aval y el incentivo seguro de César Acuña, a quien en realidad representa. No hay nada que Valdez haga en la vida política sin el visto bueno de Acuña.

Pero lo más ansiado por Valdez y Acuña (aunque este se encuentre por estos días en cura de silencio, o quizás más bien por ello) era sin duda la elección de los nuevos miembros del Tribunal Constitucional. Ahí están sus dichos en el Congreso de la República y en los medios de comunicación mostrando el tesón. Valdez ha redondeado estos días su rol de innominado portavoz de Acuña. ¿Era solo el deber, o es que Acuña tenía algún interés particular en esa elección de magistrados?

Sea como fuere, tal como están las cosas luego de la resolución judicial desacatada, los votos que no llegan, las demandas y denuncias por todo el rollo del Tribunal Constitucional, podemos decir que lo que intentaron –sea lo que fuere– no les resultó en absoluto. Todo indica que, cuando termine esta legislatura y este periodo congresal, Valdez y Acuña se irán dentro del grupo de los derrotados.