“No es verdad que las personas dejen de perseguir sueños porque se hacen viejas, sino que se hacen viejas porque dejan de perseguir sus sueños” (Gabriel García Márquez). Esa memorable frase del inmenso “Gabo” le puede caer a millones, pero no a Clint Eastwood: 88 años, productor, director y protagonista de La Mula, su más reciente película, un hombre que sigue soñando a través de su cine, y que es un vivo ejemplo del que no claudica ante la vejez, los años y el prejuicio de que a una edad todo está acabado.
El grande del cine norteamericano nos propone una historia en la que encarna a Earl Stone, un anciano que admite no haber sido el modelo de padre y abuelo que todos quisieron, pero que frente a una muy tentadora propuesta ve la oportunidad de seguir haciendo lo que siempre quiso: ser libre, transgresor, pero al mismo tiempo tener la posibilidad de lograr remediar en algo -con un dinero mal habido- lo que no hizo durante años por su familia. Clint emociona, conmueve, provoca ternura, y además hace lo que le da la gana en la pantalla, al estilo de los viejos clásicos.
Pero Clint no es el único al que hay que celebrar que siga retando a los años para ser “cada día más joven”. Hace algunos días Osvaldo Cattone festejó sus 86 más “chibolo” que nunca, dirigiendo Reina por un día y eligiendo obras que pondrá en el Marsano, que es su templo, sus ganas, su vida. No se pone límites, más que los que pueda permitirle la salud, que la tiene perfecta. Él ya dejó de lado el tiempo, el calendario, las excusas para no vivir intensamente, para hacer lo que quiere y soñar... soñar...
Como también lo hace su paisana Mirtha Legrand, quien a sus 91 conduce aún, y por más de 50 años, el programa de conversación más importante de la televisión argentina. Amada, criticada, como suele pasarle a todos los que trascienden, ella es otro de los ejemplos de que la edad puede ser solo un pretexto para ponerse trabas, pero el que simplemente no los toma en cuenta sigue adelante sin mirar atrás.
Como dice el gran García Márquez, “uno se hace viejo cuando deja de perseguir sus sueños”, y a partir de estos tres ejemplos, tres seres humanos que no tienen que demostrar ya nada a nadie, no hay nada mejor que seguirles la pista, imitarlos en lo bueno, sus ganas de seguir creando, lúcidos, brillantes, tremendos. Vayamos al cine a ver a Eastwood, démonos una vuelta por el Marsano a disfrutar de la obra que dirige Cattone, miremos a la Legrand por televisión. Vivamos plenos como ellos.